Colombia se prepara para el cambio
Creo que nos tocó vivir un momento definitivo en la historia del país. Setenta y cuatro años pasaron para que otro líder surgiera y hablara de la reivindicación de derechos para la sociedad menos favorecida.

Por muchas décadas se esperó un nuevo liderazgo que nos sacara del meollo de sistema colonial que nos trajeron los españoles y del cual impusieron el yugo. A los nativos que después de esclavizar y quitarles sus riquezas los aislaron dentro de la geografía andina; a los mestizos que desarraigaron de sus intereses de propiedad y simplemente fueron convertidos en peones de quienes se adueñaron de todo el orbe colombiano; a los campesinos descendientes de criollos, que fueron dominados a través del analfabetismo y la doctrina religiosa para continuar con la tradición española e inculcaron la resignación terrenal para ganar el cielo como base del entramado social de sometimiento. Por último, también llegaron a estas tierras, esos hombres y mujeres desarraigados de sus territorios que fueron vendidos y esclavizados, sumiéndolos en la miseria, perdiendo su identidad humana y usurpando su destino al ser tomados como propiedad o una bestia de trabajo.
Llegó la hora del reconocimiento a la nueva generación del cambio. Llegó la hora de los nadies como lo argumenta en su poema Eduardo Galeano. Llegó la hora de esa plebe desfavorecida por el aislamiento en las oportunidades de progreso. Desde luego, nosotros somos parte de este todo. Como docentes, fuimos y somos artífices del pensamiento crítico adquirido por los estudiantes de la última década del siglo pasado y de los soñadores de un mundo mejor, con la participación activa, de los jóvenes de estas primeras décadas del presente siglo. Si en algo se ha esforzado la escuela es en crear esperanzas para un futuro mejor en los estudiantes que frecuentan sus aulas. Por mucho tiempo tuvimos que estudiar sobre competencias, no lo entendimos inicialmente, pero ahora sabemos que son saberes que tienen desempeños para la vida de todos, y la política si que tiene competencias para aprender y reaprender diariamente. Nos llaman adoctrinadores, pero más bien como lo dice Paulo Freire "somos soñadores de una mejor sociedad, donde reine la dignidad, donde sea más humana y con una formación más útil para crecer socialmente".

El maestro deja huellas cuando acompaña al estudiante en su crecimiento formativo; cuando convence al estudiante que vale mucho como persona para sí mismo y la sociedad; cuando, incluso, comparte su salario en parte, remediando situaciones de calamidad cada vez que sus estudiantes no tienen útiles, cada vez que se presentan con hambre o enfermos y les sacan de su tiempo cuando llegan con alguna baja en sus emociones por situaciones familiares. Allí está el maestro, al pie del cañón, poniendo el pecho para resolver ese problema. Nos convertimos en vendedores de sueños, de esperanza y alegría en el devenir de la historia de estos chicos.
No lo vimos venir, pero estas generaciones que hoy reclaman el cambio para las oportunidades, se prepararon en nuestras aulas, en nuestras clases para ser dueños de su futuro donde reclaman a gritos en cada manifestación: "que no los dejemos solos en la construcción de esta nueva Colombia" , "que acompañemos su esfuerzo y no los miremos" desde afuera del corral. Ahora, esos jóvenes son quienes dejan huella en nosotros, cuando en el paro anterior, dejaron incluso sus vidas por reclamar oportunidades, dignidad, otras formas de democracia basada en derechos fundamentales. Sin saberlo, fuimos artífices de una esperanza de libertad y cambio. Nos tocó decidir si apoyamos a esta juventud o nos quedamos parados, mirándolos luchar por el bienestar de todos. Ahora nos toca definir con nuestro voto lo que puede ser de la vida de muchos de nuestros estudiantes, de nuestros hijos y nietos en las oportunidades de su futuro.
