Lo que está ocurriendo en la Institución Educativa Gabriel Echavarría del municipio de Caldas no es una simple inconformidad pasajera. Es un grito colectivo de estudiantes, docentes y padres de familia que ven cómo la educación pública se desmorona—literalmente—bajo sus pies. Grietas en los techos, cables sueltos, filtraciones de agua, salones improvisados en bibliotecas, labores administrativas que no se cumplen y la ausencia total de una ruta clara de solución por parte de las autoridades encargadas. Y en el centro de la controversia, el rector Carlos Mario Villa.

ADIDA escuchó las voces, contrastó versiones y se encontró con tres relatos diferentes, pero que coinciden en una realidad innegable: el colegio está en crisis.

“Esto no es una escuela, es una casa adaptada a la fuerza”, dice el rector. “Tocamos puertas en la Gobernación, ya hicieron un diagnóstico y dijeron que aquí no hay nada más que hacer: o se compra un nuevo predio o se construye desde cero”. Y aunque afirma haber movido cielo y tierra, también reconoce que muchas decisiones ya no están en sus manos.

Sin embargo, la comunidad educativa no comparte del todo esa narrativa.

Uno de los docentes de la institución educativa manifiesta gran inconformismo con el accionar del rector:

“El rector llegó con amenazas, acabando con tradiciones y tratando a los docentes de secundaria como si estuviéramos de sobra. No gestiona, no invierte, no escucha. Los estudiantes tuvieron que recoger dinero para pintar sus propios salones”.

Según algunos docentes, hay irregularidades graves: estudiantes promovidos de grado sin cumplir requisitos, ausencia de informes académicos del primer período, y mal manejo de la evaluación docente del 1278. Denuncian también que se exige el cumplimiento de labores sin diálogo previo, violando lo estipulado en el decreto 1850 y desconociendo la autonomía del maestro.

Los estudiantes, por su parte, también han alzado la voz:

“No tenemos notas ni del primer ni del segundo período. Los salones están en mal estado, hay humedad, riesgos eléctricos y un trato agresivo del rector. El ambiente escolar es tóxico”.

La situación parece estancada. Aunque el rector asegura que ya regresó la secretaria que había cometido errores en la plataforma para subir las notas de los estudiantes y que están trabajando para subsanar lo ocurrido, el daño está hecho: el ambiente de confianza se rompió, y lo que debería ser un espacio para aprender se ha convertido en terreno de disputa.

Desde ADIDA, rechazamos cualquier forma de improvisación y abandono en la educación pública. Respaldamos a los docentes, estudiantes y padres que hoy exigen condiciones dignas. Este no es solo un problema interno, es un llamado urgente a la Secretaría de Educación Municipal y Departamental para que actúen de forma inmediata, y no dejen sola a una institución que clama auxilio.

Porque defender la educación pública no es solo una consigna. Es una obligación con el presente y el futuro de nuestros niños, niñas y jóvenes.