El Paro Nacional Permanente, que desarrolló Fecode y sus filiales en todo el territorio colombiano, a propósito del debate parlamentario del proyecto de Ley Estatutaria de Educación, demostró la inmensa capacidad de movilización de la Federación y evidenció, nuevamente, que en Colombia se vive una tenaz disputa por la hegemonía cultural, como elemento central en la lucha por el poder y por la primacía de cuál idea de sociedad prevalecerá en los próximos años.
Son claras las acciones sistemáticas de la derecha y los sectores que han ostentado el poder en Colombia por imponer su concepción de sociedad, mantener el statu quo y evitar cualquier cambio en beneficio del pueblo.
A continuación, presento algunas reflexiones sobre cuál es el papel que juega el magisterio en dicha disputa y cómo es necesario que, cada vez con mayores niveles de conciencia, se entienda nuestro accionar, individual y colectivo, como parte de la misma y que, por ende, es imperativo que actuemos en consecuencia en cada nivel y espacio que nos corresponda.
Lo primero es recordar que la hegemonía cultural es un concepto central en la teoría de Antonio Gramsci, que se refiere al dominio de una clase social sobre otras, no solo a través del control económico y político, sino también mediante la influencia ideológica y cultural.
En este orden de ideas, la inculcación ideológica de los sectores dominantes sobre el grueso de la población colombiana se ha desarrollado por diferentes métodos e instituciones (los medios de comunicación tradicionales, por ejemplo). No obstante, nunca han logrado la total hegemonía, pues al mismo tiempo perviven sectores en resistencia y narrativas alternativas, por lo que podemos aún hablar de disputa por la hegemonía cultural, lo que en un país como el nuestro no es poca cosa.
La inculcación ideológica busca moldear las percepciones y comportamientos de las personas para que acepten y legitimen el orden social existente, sin cuestionarlo críticamente.
A partir de los conceptos de Hegemonía Cultural e Inculcación Ideológica, no es difícil evidenciar que los sectores que históricamente han detentado el poder en Colombia han actuado sistemáticamente para imponer su perspectiva ideológica y cultural al conjunto de la sociedad, llegando incluso a darse casos en que personas y sectores enteros ven como propios los intereses de sus victimarios.
En este contexto, el magisterio colombiano, organizado en Fecode y sus filiales, emerge como un actor fundamental en esta disputa desde la perspectiva de la resistencia, no solo por su probada capacidad de movilización, sino por la producción académica, pedagógica y cultural del gremio, que se expresa al interior de los sindicatos filiales de Fecode, los colectivos, grupos de interés, parches, círculos y un enorme crisol de procesos orgánicos e informales que fluyen por todo el territorio colombiano.
Todos estos procesos, que incluso sin ser monolíticos y existiendo, al interior del propio gremio, individuos y sectores del lado de los explotadores y enemigos del pueblo, han logrado, gracias al papel estructurador de la Federación y sus filiales, enfrentar a las fuerzas más retardatarias de Colombia, en ocasiones con costos enormes.
Los docentes, a través de su capacidad de movilización y acción en el sistema educativo, desempeñamos un papel crucial en la formación de una conciencia crítica y en la promoción de valores que desafían las narrativas dominantes, contribuyendo a la construcción de una nueva perspectiva que busca transformar la sociedad.
El magisterio se constituye, en el marco de la disputa por la hegemonía cultural que vive Colombia, primero en actor en resistencia y, a partir de ella, en potencial productor de narrativas contra hegemónicas y transformadoras, que entran a competir con los procesos de inculcación ideológica que desarrollan quienes históricamente han detentado el poder.
Retomando a Gramsci, quien, en su conceptualización de los intelectuales orgánicos, afirmó que \”todos los hombres son intelectuales, pero no todos los hombres tienen en la sociedad la función de intelectuales\”, podemos señalar que los maestros somos intelectuales y que, en tanto avanzamos en niveles de conciencia y compromiso sobre nuestro papel en la disputa por la hegemonía cultural, podemos cumplir la función de intelectuales en la sociedad, pero ojo, no la función de cualquier intelectual o de intelectuales al servicio del statu quo, sino la función de intelectuales al servicio del pueblo.
En el marco de lo señalado sobre la disputa por la hegemonía cultural y los procesos de inculcación ideológica y la consecuente resistencia, quiero resaltar la importancia del maestro, no solo como transmisor de conocimientos, sino como agente activo en la formación de la conciencia crítica y en la articulación de una visión alternativa de sociedad, siendo esta última la tarea fundamental que, con plena conciencia, debemos desarrollar los maestros que le apostamos a una transformación de la sociedad colombiana en pro de las inmensa mayoría del pueblo colombiano.
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